Colillas tiradas como personas apagadas sin sueños por los que luchar. Charcos como mares sin barcos que naveguen. Un par de panfletos de publicidad que van de un lado a otro sin rumbo fijo. Empujados por un aire que levanta mi cabello dejando al descubierto mi frente. Mi frente y mi soledad. Espero sentado en un banco. En realidad no sé a quién. Lo único que sé es que tengo que esperar. Mientras lo hago, miro mi reloj sin agujas. Mis ojos se pierden por la vida de todas esas personas que pasan ante mí todos los días. Preguntándome si pertenecen a mi vida o son sólo transeúntes que vienen y van y de los que no sé nada. ¿Jugamos a imaginar? La imaginación es lo único que tengo. Un hombre con traje y maletín pasa delante de mí, con su destino, con su vida, con sus prisas. Sin tiempo para esperar. Sin tiempo para imaginar. Pero todo eso se ha terminado. Ahora es mi personaje. La imaginación es esa vida en la que todos nos gustaría vivir… Jorge tiene prisa. La media hora de la comida se ha terminado y tiene que volver a la empresa para seguir trabajando. Se sienta a mi lado. Saca de su bolsillo interior un paquete de tabaco y me ofrece un cigarrillo.
- No, gracias. No fumo. Saca un cigarrillo y lo enciende.
- Yo fumo desde hace un tiempo. Es como un amigo que siempre llevo en el bolsillo. Que me acompaña y que cuando lo necesito, lo saco. Y me relaja. Me relaja mucho.
Echa el humo de su cigarrillo por la boca. Lo que él no sabe es que en ese humo que expulsa para siempre de sí mismo están los sueños infinitos en los que Jorge dejó de creer hace mucho tiempo. Esa vida que parece nopertenecerle y que sólo es una lágrima en la lluvia. Continúa hablando.
- Hace mucho que no sé nada de Alba. El otro día encontré en una caja todos los poemas que nos escribíamos cuando teníamos tu edad, Dani. Tal vez nunca debí dejar el pueblo. Pero ya es demasiado tarde. El tiempo ha pasado y yo sólo tengo un trabajo que me atrapa todo el día. Una vida que me lleva y me trae, sin saber muy bien a dónde voy. Vivir sin mi mismo…
- Necesitas un reloj sin agujas.
Cuando mis palabras entran por el oído de Jorge, las agujas de su reloj desaparecen.
- Ahora ya no existe el tiempo. Ahora todo lo que imagines se hará realidad. Alba le espera en la esquina de esa misma calle. No lleva los poemas de su adolescencia. Ella misma ya es poesía.
Se levanta del banco y se miran, y esa mirada es como el más cálido beso que pueda escribir. Los dos se marchan, dispuestos a vivir una vida sin agujas en sus relojes… Mientras tanto, yo sigo en el banco esperando a alguien. A alguien que muy pronto tendrá que aparecer. Cristina pasa ante mí, viste con unas botas altas y una falda corta. La tira de su sujetador se deja ver entre su corta camiseta de noche. Va refugiada en sus pensamientos. Buscando una salida que la deje escapar y la devuelva a sus años de niñez, cuando aún soñaba con coger una estrella. Se sienta en el banco y empieza a hablar.
- Yo quería ser profesora, Dani. Me gustaban los niños; soñaba con tener una familia, y poder ver correr a mis hijos en el jardín de nuestra casa.
Sus mejillas están golpeadas. Llenas de moratones. Sus ojos reflejan el grito de dolor de una mujer.
- Necesitas un reloj sin agujas.
Un montón de niños se acercan corriendo a Cristina. La sonrisa de un niño es el único gesto sincero que jamás podrás ver. La rodean y la cogen de su mano, la llevan a cualquier otro lugar donde los relojes no tengan agujas… Mientras Cristina se marcha, yo sonrío. Mirando a esos personajes que en realidad son tan reales como cualquiera de sus historias. Una chica se acerca a mí.
- Hola… ¿eres Dani?.
- Sí, pero yo no te he imaginado. Tú no eres ninguno de mis personajes.
- Soy Miriam. No sé si te acordarás de mí, íbamos al instituto juntos.
Miriam se ha cortado el pelo. Ya no es la misma de hace un par de años. No recordaba su rostro, hasta que ha vuelto a aparecer ante mí. - No te había reconocido…
- ¿Qué haces por aquí? Estás muy lejos de tu casa.
- Estoy esperando.
- ¿A quién esperas?. - No lo sé, pero sé que espero a alguien.
Miriam se sienta en el banco. Ella no es ningún personaje, ni necesita ningún reloj sin agujas.
- Entonces esperaré contigo.
Y allí permanecimos los dos sentados esperando a alguien. Y esa espera duró más de lo que tú has tardado en leer este relato. Tanto, que aún seguimos esperando.
Ilustración: Laura Plaza
Texto: Daniel de Vicente http://www.escribiresvivir.com/?p=135
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